La definición de evaluación puede entenderse en un sentido más global o centrándose en el término de la educación como proceso por el cual se determina el grado en el que se han alcanzado los objetivos establecidos mediante programas de currículum. Los tipos de evaluación pueden ser inicial, formativa, sumativa y continua.
Los exámenes son la forma más común de evaluar por parte de los profesores pese a que no es la única, además, bajo mi punto de vista no es la más adecuada. Se formulan distintas críticas a los exámenes como la falta de validez, la falta de fiabilidad o que corrompen el proceso de enseñanza. Es cierto que los exámenes son útiles para comprobar si se han adquirido las competencias, pero no puede ni debe basarse toda la evaluación en los exámenes.
Hay muchos métodos para evaluar si se adquirido las competencias exigidas, desde la lectura libros, textos, trabajos en grupo o individuales, la realización de un blog, la preparación de una clase, realización de un diario de campo, experimentos para comprobar alguna teoría... Desde luego, a lo largo de toda mi formación han abundado los exámenes, pese que han intentado demostrarnos que no era lo más importante dando mínimos porcentajes a procedimientos y actitudes que se convertía en la revisión de la libreta y el comportamiento en clase. Los procedimientos, el mayor porcentaje, eran única y exclusivamente exámenes. A favor, he de decir que la ausencia de exámenes hace que los alumnos se despreocupen de la asignatura pensando que no tiene importancia. Ese creo que es el reto que debe alcanzarse, se debe comprender que no porque exista un examen es más o menos importante o difícil. Me gustaría apuntar, en relación con esto, un caso que conozco de una profesora de Biología en cuarto de la E.S.O que no realiza ningún examen, y no por eso sus alumnos saben menos, al revés están muy motivados en sus clases y con mucho interés por aprender con distintas técnicas, no tienen libro, pero si muchas ganas de aprender.
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